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Pepe Puya. Madrid. 22.08.2016. El Descabello.com

Dicen los que le conocen que iba para “gordito de las yoyas” en el patio del colegio cuando cayó por casualidad en la Escuela taurina de Espartinas.

Allí lo cogió Espartaco padre y le cambió el bollicao por unas zapatillas de deporte y la nintendo por una muleta, y empezó a exigirle como sólo puede hacerlo quien ya ha formado a uno de los mejores toreros que ha dado este país en toda su historia,  siendo este además su propio hijo: Juan Antonio Ruiz “Espartaco”.

Exigencia sin límites y compromiso sin límites. Con Antonio Espartaco no hay medias tintas.  Toro o nada. Y Javier Jiménez dijo toro, comenzando así su particular vía crucis que le ha llevado a saborear la Gloria de la Puerta Grande de Madrid en el día de ayer.

Preparación física marcial y entrega total. Vivir por y para el toro. Régimen severo de comidas y entrenamiento diario al más alto nivel de exigencia.  Ese fue el correctivo que le aplicó el patriarca de los Espartaco a este rubio sevillano que soñaba con ser torero.

Y como este joven tiene el corazón que tiene y una nobleza sin par, se las tragó dobladas y obedeciendo con fe ciega las indicaciones del maestro se convirtió en un atleta en el campo y en un gladiador en el ruedo.

A base de coraje y valentía, y  con más corazón que cabeza, el joven aprendiz empezó a poderle a todo bicho viviente que frente a él se ponía, imponiéndose siempre con pundonor y poderío.

De esta manera, Javier Jimenez, al que cariñosamente su círculo íntimo le empezó a  apodar “Gladiator”, fue quemando etapas como becerrista, novillero  y  novillero con caballos, quedando finalista en las Novilladas de Promoción de Canal Sur Tv y siendo un novillero muy querido y respetado por el norte de España y plazas del sur de Francia, estando durante cuatro años en lo más alto del escalafón de plata, el cual lideró en más de una temporada.

Así hasta que tomó la alternativa el 3 de mayo de 2014 en la Real Maestranza de Caballería de manos del maestro Ponce y con El Cid como testigo, tarde en la que le cortó una oreja al sexto toro, un buen burraco de Parladé, tras meritoria faena.

Entonces Javier era un torero de mucho poder. Tenía un toreo tosco pero muy valiente. Exponía al máximo y  gustaba del cuerpo a cuerpo, pisando terrenos  muy comprometidos si era necesario con tal de hacerle faena a los toros. “Tu los tienes más grandes pero yo los tengo mejor puestos”, parecía decir cada tarde que se vestía de luces y veía salir al astado por la puerta de chiqueros, haciéndole faena a casi todos ellos,  pues su compromiso con el respetable era máximo y su vergüenza torera ilimitada.

Y es que el de Espartinas nunca defrauda, y  nadie que vaya a verlo a una plaza se sentirá engañado, pues su entrega es siempre total y absoluta, y se vacía en cada faena. Es una  de sus señas de identidad.

Y de esta forma, durante cuatro temporadas de novillero y otras tantas sin caballo, se enfrentó a los encastes más complicados del planeta toro  en los lugares más recónditos de España y Francia.  Porque ese fue su sino como novillero, al igual que el de su hermano Borja: Lidiar lo que nadie quería, donde nadie quería.

Así un año y otro, …y otro, negándosele el pan y la sal mientras veían como a otros del escalafón les daban la gloria sin haber alcanzado tan siquiera la mitad de méritos que estos Jiménez Avecilla habían logrado lidiando lo más duro por esas plazas de Dios. Nada nuevo por cierto en este mundo del toro tan manipulado y corrupto de puertas para adentro. Pero ellos ni una palabra más alta que la otra. Silencio sepulcral y a hablar en la plaza, que es donde tienen que hablar los que quieren ser figuras del toreo.

Y en esta etapa de crecimiento y evolución del joven torero de Espartinas  aparece la figura de José Luis Peralta, quien apoderando al joven diestro,  comienza a pulir el diamante en bruto que le dejó Espartaco padre.

Yergue su figura, estiliza sus modos, dulcifica sus gestos y le imprime alma a un toreo que por entonces ya apuntaba mucha verdad.

Con Peralta comienza una metamorfosis total en la tauromaquia del joven espartinero y los tendidos empiezan a ver un espectacular cambio en el concepto y en la propuesta taurina del mayor de los Jiménez Avecilla.

Nada que ver el Javier Jiménez que tomó la alternativa en mayo del 2014 en Sevilla con el Javier Jiménez que deleitó este año los paladares más exquisitos de la Real Maestranza toreando a cámara lenta a un colorao de Torrestrella al que todos daban por inválido, y al que no le cortó las dos orejas por culpa de la espada, su asignatura pendiente.

Nada que ver el Javier Jiménez, guerrillero y peleón, que confirmó alternativa en Las Ventas en la festividad de la Paloma el pasado año cortando una oreja a un peligroso toro de Santiago Domecq, con el Javier Jiménez exquisito y profundo que nos deleitó el pasado domingo con dos faenas de gran dimensión y calado que le sirvieron para abrir la Puerta Grande del coso madrileño.

Y es que Javier Jiménez ha alcanzado en este último año  una madurez y una templanza impropia de un torero de su edad tan poco placeado.

Javier Jiménez ha cambiado el escudo y la espada por la pluma y el pergamino, dejándonos auténticas obras de arte cada vez que despliega la franela y la deja expresarse sobre el albero.

El torero de Espartinas habla en prosa y torea en verso. Su tauromaquia es tan de verdad y tan exquisita que convierte cada muletazo en poesía. Toreo de sentimiento para paladares exquisitos. Muletazos profundos, naturales interminables, toreo de muchos quilates. El de Espartinas tiene un timón en la derecha que somete y un guante en la izquierda que templa y acompasa las embestidas y les dan el ritmo y la cadencia que los versos que está escribiendo sobre el albero necesitan para llegar a los tendidos. ¡Y vaya si lo consigue!.

Nos avisó en Pamplona sometiendo a un bruto Cebada Gago, lo rubricó en Málaga ante unos imposibles Pabloromeros y lo volvió a demostrar ayer en Madrid, donde destapó el tarro de las esencias y nos deleitó con un toreo sin engaños lleno de aroma y matices. Toreo que engancha, toreo que convence. Mucha verdad en todo lo que hace y mucha exquisitez en como lo expresa.

Y es que Javier Jiménez  nos deleito ayer tarde con un toreo limpio y puro que enamora y emociona. Y lo mejor de todo es que su obra literaria acaba de empezar y que lo mejor de su poesía está por venir.

Benditos jóvenes que reverdecen con su frescor el añejo arte del toreo. Gracias Javier Jiménez. El Gladiador se nos ha hecho poeta.

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