· El estudio, realizado gracias a pruebas genéticas en marfil incautado, resulta determinante para combatir el tráfico ilegal
ABC.es 18-6-2015
Cerco genético a la caza furtiva. Un estudio encabezado por el biólogo Samuel Wasser, de la Universidad de Washington, pionero en el uso de pruebas de ADN para rastrear el origen del marfil ilegal, ha identificado los dos principales focos de la caza furtiva de elefantes.
Conforme a este análisis, publicado en la revista Science, más del 85 por ciento del marfil de elefante africano de bosque (también conocido como de selva africano) bajo incautación entre 2006 y 2014 fue rastreado hasta el ecosistema Tridom (Tri-National Dja-Odzala-Minkebe), que se extiende por el noreste de Gabón, noroeste de República del Congo y el sureste de Camerún, y así como a la reserva adyacente en el suroeste de la República Centroafricana.
De igual modo, un porcentaje similar, es este caso de elefante africano de sabana, fue reconocido, principalmente, en la reserva Selous, en el sureste de Tanzania; y la reserva de Niassa, en el norte de Mozambique. En este sentido, desde 2011, el punto de acceso de los paquidermos comenzó a cambiar hacia el norte, desde el sureste de Tanzania hacia el parque nacional Ruaha y la reserva Rungwa, en el centro del país, arrastrándose gradualmente hacia la frontera norte con Kenia.
En su análisis, el grupo de estudio desarrolló un método para extraer el ADN del marfil, lo que permitió analizar el contrabando incautado y determinar la población original del animal. Con ello se investigó hasta 28 grandes decomisos, cada uno de más de media tonelada, realizados entre 1996 y 2014. Las muestras incluyen el 61 por ciento de todas las grandes incautaciones producidas a nivel global entre 2012 y 2014.
Muerte entre paquidermos
Según datos de la organización TRAFFIC, el número de paquidermos ha sufrido una caída en picado en los últimos años. Éste es el caso de Tanzania, donde de los 109.051 ejemplares de 2009, se ha pasado a solo 43.330 el pasado año.
Y la amenaza no solo afecta a la vida de los animales: El 13 de enero de 2012, Abdi Abdudalli Mohammed, un guarda forestal de origen somalí, era tiroteado por cazadores furtivos de elefantes mientras patrullaba el corredor Kasigau, al este de Kenia. En el incidente, otro compañero -Ijema Funan-, resultaba herido de gravedad. Miembro de honor de la conservacionista Wildlife Works, Mohammed se convertía entonces en el primer «ranger» de esta organización en ser asesinado en 15 años.
En el lugar del crimen, dos fusiles AK 47, cinco rondas de municiones y diversas armas blanca fueron recuperados. «Estos incidentes reflejan un aumento de la violencia causada por la creciente demanda de marfil en los mercados de Extremo Oriente, especialmente China», reconocían entonces a ABC desde el gubernamental Kenya Wildlife Service, quien gestiona aproximadamente el 8% de la superficie total del país (nada menos que 22 Parques Nacionales, 28 Reservas y 5 Santuarios) y cuyas dificultades operativas también son excelsas.
Organizaciones como la International Trade in Endangered Species of Fauna and Flora (CITES) ya advierten que las actuales matanzas ilegales de paquidermos podrían conducir a la desaparición de estos animales si la tasa continúa: por ejemplo, solo en los últimos 10 años, la población de elefante africano de bosque se ha reducido en un 60 por ciento.
Porque los intereses son numerosos. A mediados de 2013, varias organizaciones humanitarias denunciaban que miembros del grupo armado ugandés Ejército de Resistencia del Señor (LRA) se servían de la caza ilegal y el comercio de marfil como método para financiar sus operaciones.
En el informe –realizado por, entre otras, Enough Project y Satellite Sentinel Project- se relacionaba de forma directa el incremento de muertes de paquidermos a manos de furtivos en el Parque Nacional de Garamba (República Democrática del Congo) con el grupo guerrillero.
«Con los precios del marfil en niveles récord, este comercio ofrece al LRA otra forma de supervivencia al margen de sus saqueos habituales», aseguraba el documento, quien reconocía que la milicia intercambia este producto por armas, municiones y comida.