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EL OTOÑO DE LOS VALIENTES. 

A Juan Martí. Un valiente.

Pica el solano. Y cuando pica el solano es que viene mudanza. Así es septiembre, que te hace sudar o tiritar en menos de lo que tarda en santiguarse un cura loco. He hecho bien en echar una chamarra para evitar los tiritones que di la otra mañana. Además, hoy hace un buen día para destetar malnacidos. Menudo aire. Pero aún no ha salido el astro rey porque cuando calienta el sol el viento tiende a aplacarse. Pero mi caballo, amarrado al chaparro mientras un servidor otea el horizonte, barrunta que va a ser un día de cambios. De que ha llegado el Otoño, aunque el calendario diga otra cosa.

Qué inteligente es el campo pues los llanos están pelados de reses. Con el aire se bajan a los barrancos a taparse del vendaval y a carear bajo los quejigos que con estos tiempos dejan caer las bellotas que tienen verdes y maduras. El quejigo es ese árbol rudo, hermano del roble y primo hermano de la encina y el alcornoque, que crece a media altura y que sirve de testigo y centinela en las tardes de berrea pues las reses, todas ellas, buscan su amparo al ser la primera bellota del año.

Talibán mete riñones para salir de la raña y meterse en el hondo, pues el aire en el belfo le molesta. Hago lo propio y levanto los cuellos de la chaqueta, me calo la gorra y meto el mentón en el pecho, parece que así uno combate mejor el fresco que tanto hemos implorado semanas atrás.

Voy ligero a espantar los venados para que suban al monte. No me gusta que anden en el hueco del día por lo abierto a vista y mirilla de cualquier matutero. La luna aún me vigila, aunque se está yendo a dormir, quizá como alguno que le haya hecho de compañero en esta noche que invitaba a meterse en lo ajeno.

Ahora sí voy camino del cortijo, echando de menos un buen café caliente y Talibán una buena ración de pienso. Con estos cambios de tiempo me gusta que estén sobrados de carne para que cambien el pelo y el otoño no les pille en pantalones cortos.

Siento los perros ladrar a mi llegada. Tengo un poco dolorida la espalda, pero más dolorida el alma al saber que mi amigo Juan Martí está luchando con la vida en estos momentos. Cada uno reza a su manera y esta mañana miré las hojas cimbreantes de los chopos y para dedicar el amanecer a uno de los tipos más valientes y bragados de todos los tiempos. A por todas Juanito.

M.J. “Polvorilla”