Opinión: EL MONTERO TÓXICO

09/11/2015

 

DESDE EL 7 DE ARISTINES

 

"EL MONTERO TÓXICO"

 

Sociables como somos, sobre nosotros ejercen influencia aquellas personas que nos rodean. Es algo bastante lógico y que nos viene dado por nuestra propia naturaleza. Nuestro modo de relacionarnos se basa sobre todo en el habla, en lo escrito, y por ello esencialmente, en la palabra. Es decir todo aquello que nos dicen los que nos rodean, o aquello que leemos y que han escrito otros, lo que otros dicen a través de cualquier medio -véase radio, televisión, u otros medios-, tiene un efecto sobre nosotros.

Es por eso que conviene, sin perder nunca la perspectiva de la realidad, rodearse de gente sensata y positiva, o al menos razonable. Existen personas que se han dado en llamar, por quienes estudian las relaciones sociales, personas tóxicas. Aquellos hombres o mujeres con los que mantenemos cierto contacto o relación y que influyen de manera negativa o destructiva sobre nosotros, por lo general siempre por las palabras que usan y emplean, y por el cómo las usan, aunque también influyen actitudes y hechos.

 Todos, seguro que conocemos casos más o menos agudos de este tipo de personalidades, siendo el trabajo un lugar bastante común de encuentro con estos perfiles. Nadie, eso sí, está libre de pasar por momentos de irradiación de toxicidad a nuestro alrededor, pues todos tenemos peores y mejores rachas o días. Ahora bien, la persona tóxica, el perfil clásico de la misma, lo suele ser casi siempre, tiene pocas fases de inocuidad para quienes están cerca de él. Aunque muchas veces no suelen ser conscientes de lo que hacen, y por ello tampoco culpables directos.

Pues bien, visto lo cual, y extrapolando lo comentado en los párrafos anteriores, creo haber detectado a cierto personaje cinegético que casa perfectamente con la etiqueta de: montero tóxico. Entiéndase esto de manera concreta y cierta, pero dándole también cierta pátina jocosa al asunto. Si bien hay ocasiones que encontrarse con uno de éstos, tiene más bien poco de gracioso.

El montero tóxico suele ser por lo general hombre -aunque existen casos también de monteras-, supera holgadamente la treintena -cuando no llega a la edad de jubilación-, y una de sus características fundamentales es presumir que lleva monteando toda la vida. Es raro que concrete desde cuando, pero el caso es insistir en ello, y hacérselo saber a todo el mundo. Es difícil distinguirlo a primera vista, su vestimenta no le delata, se mimetiza en el entorno cual cochino viejo y resabiado, pero es abrir la boca… y no suele haber duda ninguna. Cada frase es una queja. Si hace sol, porque hace sol; si llueve, porque llueve; si hace frío, siempre hace el frío más grande del mundo o él conoce un caso que sólo vivió él en donde estuvo monteando a temperaturas de Laponia. Sus éxitos son los mayores, y sus fracasos -cuando no tocan a su supuesta impecable reputación montera-, son siempre los más sonados.

El montero tóxico se erige en el único autorizado para criticar el desarrollo de toda montería. Desde el minuto uno suelta por la boca todo lo que le parece que está bien, y todo lo que le parece que está mal; aunque siempre será más lo malo que lo bueno. Una relación 1 a 20 o similar. Jamás se ha dedicado a preparar una mancha, pero según se baja del coche y se emprende el camino de la armada, él ya sabe cómo está aquello. Si camina una veintena de pasos y no hay una hozadura o huella, allí no hay un rabo. Da igual que luego se dé un “monterión”, aquello no estaba como decían y lo suyo hubiera sido que la cosa saliera mejor.

Ahora, también se da el caso contrario, si en el camino de la armada o de la entrada a la finca ve cuatro hozaduras viejas, aquello está “sopao”. Da igual que las hozadas de los jetudos sean de la misma noche, o del Cretácico superior. La mancha está buena porque lo dice él, y punto. Por supuesto si luego hay guarros o no, es lo de menos, él siempre tiene justificación a sus teorías.

Hay otros aspectos a destacar en nuestro amigo. Nadie sabe más que él de puestos y armadas. Da igual que los puestos los haya colocado el guarda que lleva cuarenta años en la finca, nunca estarán los puestos bien colocados, y sobre todo… Su puesto siempre tiene pero, algo le pasa, algún problema tiene, es indistinto que tire o no tire, o que eche un par de venaos y un cochino al suelo. Ese puesto, si lo dice él, está mal colocado, no cabe apelación ni duda. (Por supuesto nuestro amigo, no ha marcado una armada en su vida. Aunque el pueda decir que sí)

 

Es también amigo o enemigo acérrimo de armadas especiales. Es decir las de voluntarios, o las de no andar y donde suelen reservarse puestos para la gente más impedida. Si existen este tipo de armadas… mal, según él ahí se colocan listillos y arrimados; a no ser que vaya él, que se cree que ahí va a matar el cochino de su vida. Además  no se guarda de comentártelo, y te lo dice con recochineo, a ti que eres un pringado y vas a sortear como todo el mundo.

Es también rehalero mayor del reino, aunque en casa tiene un yorkshire, él de podencos, mastines, atravesaos o alanos, sabe más que nadie. Si dice que una rehala es buena, lo es, aunque el perrero no valga nada, y los canes sean todos unos “meajaras”. Pero vamos, no suelen existir rehalas buenas en las monterías en las que uno coincide con él. Las rehalas buenas las ha visto él en otros lados, y en la montería que coincidimos, los perros siempre han cazado mal, y los perreros son todos unos vagos, y es que justo el monte que él tenía delante, no lo han tocado… ¡¡maldita casualidad!!

Todos los monteros problemáticos, le tocan en el puesto de al lado. No tiene vecino que haga las cosas bien, siempre tiene que ser uno que no tiene ni idea y que con su hacer, suele joderle a él la postura. Lo que no cuenta es si él le ha cortado una carrera, o si cuando se pusieron se tomó la molestia de marcarse con él.

De este modo, él y solo él, está preparado para juzgar cualquier montería o gancho que se dé. Decide si el precio es el correcto, que no suele serlo, porque es carísimo siempre. Nadie más que nuestro montero puede decir si la montería se ha desarrollado bien, que suele ser que no, tenga o no tenga idea de la conformación de la mancha, o de si los perreros han llevado bien la mano o de otros aspectos fundamentales.

Por supuesto él tiene sus filias y sus fobias. Si ese organizador piensa que es malo, pues tiene que serlo, aunque con él se cace deliciosamente; y cuando comenta que otro es bueno, no le lleves la contraria o procures hacer un juicio distinto, sabes bien que tú… no tienes ni pajolera idea. También suele tener dos, tres, cuatro o cinco enemigos acérrimos, monteros, rehaleros o lo que sea, a los que ni mira a la cara. Da igual lo que pase o pasara, él no se va a doblegar, se cree muy educado, y solo la negatividad y el rencor, suelen reinar en su corazón. Es de ahí precisamente de donde nacen su negatividad, y su más que evidente toxicidad.

Aún con todo ello, seamos comprensivos. Las personas tóxicas no suelen serlo con intención, las causas por las que son “Mourinhos” de la montería están muy dentro de ellos, y les suelen venir dadas o inculcadas, por lo tanto, ser un típico montero tóxico no es culpa de ellos al final. Seamos pacientes, ¡¡¡hay casos en que se pueden rehabilitar!!! Además, aunque no lo crean, ellos también disfrutan de montear.

Suerte a todos, sean comprensivos con su montero tóxico favorito, y al monte a cazar.

 

F. J. López Maraver

6 de noviembre de 2015

 

 

 

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