- Un sector que se ha consolidado como un dinamizador multisectorial para la economía en general y las zonas rurales en particular
- Tras una etapa de habitual actividad, se inicia la recuperación biológica con el cierre de las vedas
- Gracias a su procedencia de la Unión Europea, las carnes salvajes de caza gozan de las mayores garantías
(22 abr. 2020). Con el periodo de actividad cinegética llegando a su fin, la temporada de caza de pelo se despide un año más. Unos meses necesarios para la recuperación de nuestras cabañas salvajes hasta que se vuelvan a levantar las vedas que regulan su ciclo biológico.
Durante el transcurso de la temporada, las Carnes de Caza Silvestres se encuentran en su momento óptimo de consumo gracias a alcanzar el punto ideal de aroma y sabor, pudiéndose disfrutar tanto las de Caza Mayor (ciervo, corzo, jabalí y gamo), como las de la Menor (conejo de monte, liebre, perdiz, pato, paloma torcaz y faisán). Una práctica milenaria que satisface a los amantes de los productos naturales y frescos, quienes esperan todo un año para disfrutar de ellos en su máximo esplendor.
Una actividad con un contrastado beneficio económico, social y medioambiental.
La profesionalización de la caza ha logrado, en los últimos años, poner en valor la inversión de los cazadores en la conservación de nuestro medio natural. Alrededor de 850.000 personas practican cada temporada un deporte con un importante impacto económico gracias a la ocupación turística y al empleo que genera. Según el informe ‘Evaluación del Impacto Económico y Social de la Caza en España’, elaborado por la Fundación Artemisan[1] en 2018, este es un sector que cuenta con 141.261 empleados directos, indirectos e inducidos, a los que se añaden los 45.497 que se originan por los titulares de coto y organizadores profesionales de la caza, sumando un total de 186.758 puestos de trabajo.
El 87% de nuestro territorio está declarado como terreno cinegético, lo que se traduce en un total de 43,8 millones de hectáreas divididas en 32.817 cotos. Cada temporada, los cotos de caza organizan cacerías de manera responsable y sostenible, contribuyendo a generar actividad y tejido económico en el ámbito rural.
La caza, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, contribuye directamente al mantenimiento y cuidado del medio en el que se desarrolla, y en 2017 logró superar la cifra de 21 millones de capturas según el Anuario de Estadística Forestal del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación[2]. El conocimiento de los cazadores y gestores sobre el mundo rural y las distintas especies que habitan en ellas los convierten en actores claves para la conservación de hábitats naturales, lo que se traduce en unos altos niveles de sostenibilidad y seguridad alimentaria de las piezas de origen europeo.
La Carne de Caza Silvestre de España, a través de su asociación Interprofesional, está desarrollando un programa para incentivar el conocimiento y consumo de estas especies. ASICCAZA cuenta con la financiación de la Unión Europea para esta iniciativa de tres años de duración.