«La caza menor agoniza», por José Luis Garrido

13/11/2015

 

La caza menor no progresa. La situación de declive requiere cambios sustanciales. Nos quedamos irremisiblemente sin perdices. En muchos cotos de varias comunidades hemos vedado la caza de la perdiz.

cazadorLa caza menor no progresa y los que la practicamos sufrimos decepciones año tras año. En los sistemas agrícolas no hay un hábitat adecuado para la fauna asociada, porque el agricultor explota la tierra pensando en sacarla el mayor rendimiento posible. Esta actuación es, con carácter general, muy legítima. El propietario de la tierra consigue resultados óptimos utilizando los biocidas más eficaces, cultivando y cosechando y recogiendo la paja en épocas muy concretas y a la mayor velocidad posible, incluso durante la noche y haciendo labores de limpieza vegetal que requieren desollar la tierra para que en su parcela no queden plantas indeseables antes de la arada otoñal. Como todas estas maneras y productos están autorizados no hay nada posible que limitar.

El límite es la conciencia de cada uno. Los biocidas envenenan a los insectos y al resto de fauna, la cosecha se adelanta y pilla en ciclo reproductor y muy sensible a las especies; la limpieza superficial de las tierras de labor después de cosechar, se hace en verano para evitar que las lluvias otoñales hagan crecer plantas espontáneas indeseables; se hacen aplicaciones de herbicidas y pesticidas que envenenan el entorno; se siembra con semillas blindadas por biocidas terribles que come la fauna granívora e insectívora y muere o se debilita, pero están autorizadas por los poderes públicos.

La PAC y su antigua filosofía de «respete el medio ambiente y cobre por cultivar con estos condicionantes» es una parodia. El Real Decreto 1311/2012, de 14 de septiembre, por el que se establece el marco de actuación para conseguir un uso sostenible de los productos fitosanitarios, no se aplica. Por esas labores de eliminación de rastrojos, que desnudan el medio, las especies son más propensas a la predación —en la etapa en la que regresan por España todas las rapaces europeas—, porque pasan mucho tiempo descubiertas en el campo; de julio a marzo las tierras de cultivo cerealista están peladas o rasas como la luna.

En las tierras de siembra directa y en algunas parcelas, con las alpacas (pacas) sobre el campo, se ha fumigado sobre ellas con herbicidas, según he visto personalmente este verano. El declive de las especies que conviven en ese ambiente tan deteriorado, es de momento irreversible y posiblemente finalista. Sin duda, actualmente, «mata más la receta que la escopeta».

¿Qué se puede hacer?, se preguntarán. Para reconducir esta situación habría que compensar o doblegar al agricultor, que son acciones que no intenta nadie. Agricultores y cazadores somos los mismos. La administración teme siempre una tractorada y no aplica en ese sentido las directrices de la PAC que condicionan el pago a labores y aplicaciones más dulces de las que vienen haciendo algunos agricultores, que, a veces, bastante tienen con subsistir. Los cazadores en cotos muy puntuales llegan a acuerdos con la propiedad y compensan para que retrasen la siega y la recogida de la paja, así como para adaptar otras labores en bien de la fauna; pero, con carácter general, los cazadores no estamos dispuestos a pagar más de lo que se paga actualmente por la caza menor de los cotos, que cada vez es más dinero por menos especies. Y así nos luce el pelo.

Los grupos ecologistas conocen perfectamente que todas las aves del medio agrícola van en declive acusado, por contaminación con los tratamientos fitosanitarios, pero dan por perdida esa batalla. Andan con otros objetivos. En esta situación, solo queda la voluntad de los agricultores que no es precisamente reconciliadora con la fauna; tienen que mirar por sus intereses y buscar la mayor producción de fruto con los medios más eficaces y el menor esfuerzo, que es legítimo y parece razonable, aunque la mayoría de esos medios sean nefastos para la fauna.

No valió para nada enviar escritos con datos a todas las consejerías de agricultura y medio ambiente de España, ni publicar en todos los medios (revistas y portales) las investigaciones del IREC, pagadas por los cazadores federados y la ONC, que indicaban la elevada toxicidad del producto Imidacloprid —que se vende como (Confidor 20 LS. Registro de Productos Fitosanitarios 19.120/14) y se utiliza para el blindaje de semillas de cereal—, tras registrarse la muerte del 100% de los individuos de ensayo (32 perdices) expuestos a la dosis recomendada para el tratamiento de semillas, tras un máximo de 21 días. Al tercer día de exposición murieron un 31% de las perdices, de las que un 47% eran hembras.

El Imidacloprid no sólo mata a las perdices adultas, sino que cuando la dosis es menor afecta a los supervivientes que quedan anoréxicos y a los pollos de estos, que tienen muy limitada la supervivencia a pesar de que ellos no coman estos productos. Se ha subestimado el impacto sobre las aves, posiblemente porque el insecticida disponía de una cuota de mercado mundial de alrededor del 40%, y unas ventas de más de 2.630 millones de dólares anuales. Menos mal que no es el más usado en el cereal, pero donde cae…

Ese insecticida —que forma parte de los sistémicos (absorbidos por toda la planta tratada), se utiliza también para matar ciertas moscas nocivas para los frutales y jardinería—, es acumulativo y se fija en el hígado de las aves reduciendo su poder reproductor. Y no sólo ocurre todo esto a las perdices, sino a las gangas, ortegas y otras granívoras o insectívoras protegidas y vulnerables y con menores dosis a calandrias y otros pájaros que comen semillas y lo mismo ocurre a las aves insectívoras como la golondrina común o el estornino pinto, que disminuyen en zonas agrícolas por ese insecticida maldito, según otro estudio de la Universidad holandesa de Radboud, en Nijmegen, que publicó la prestigiosa revista científica Nature en 2014.

Mira por cuanto, ahora la agricultura europea se ha dado cuenta de lo indeseable que es el Imidacloprid, pero no porque se haya sensibilizado con las aves, sino porque también mata a las abejas, según otro estudio que han realizado los franceses. Y sin abejas no hay polinización y sin polinización no hay fruto.

Desde diciembre de 2013 la Unión Europea ha propuesto una moratoria de dos años, que finaliza en un mes, para el uso de tres neonicotinoides (Imidacloprid, thiamethoxam y clothianidin) por su toxicidad para los insectos polinizadores. Benditas sean las abejas y golondrinas, porque gracias a ellas lo han prohibido en siembras al menos durante la floración y con ello se salvan algunas perdices, otras aves y las mariposas. Pero lo permiten para las siembras de invierno. ¿Y por qué no lo prohíben también? Porque lo de las aves no es importante, ni nunca lo ha sido, entiendo yo. ¿Qué me decís a esto, amigos de la SEO?

Se aplican sustancias tóxicas en el campo desde 1865 para eliminar a los enemigos de las plantas y desde estricnina hasta cianuro, pasando por el DDT, al campo se le ha echado de todo. En un trabajo próximo que publicaré en este mismo espacio os informaré de las evidencias letales de otros productos agrícolas, según el mismo estudio y la posterior tesis doctoral que cito al final de este escrito.

Previsiones para la temporada actual

Según la AEMET, la primavera no ha sido nada favorable, pues los meses de abril, mayo y junio han estado entre los cuatro más cálidos en los últimos cincuenta años y las precipitaciones de esta primavera han sido entre la cuarta parte a la mitad (25% a 50%) de las medias para estos meses. Hemos pasado el verano más caliente de la historia. Con estos meses tan cálidos y secos las cosechas se adelantan y pillan a las especies en esta etapa tan sensible con mayor debilidad.

La retirada de la paja inmediata, el pastoreo y el pase de grada para eliminar plantas, como esas más proliferas en verano, el cardo setero y el corredor, (Ptilotrichum spinosum: rascaviejas, brujas y calienta fandangos, según denominan en el diccionario del castellano tradicional), dejan las parcelas rasas y las especies a la intemperie, coincidiendo con el paso de todas las rapaces europeas camino de África. Las perdices salen a comer antes de que amanezca y ya casi de noche porque al crepúsculo las rapaces están menos activas; prefieren las lindes de los caminos, porque están bordeados por cuatro pajas ratoneras y es el único espacio donde puede camuflarse la pollada.

En estos meses tan hostiles se diezman las polladas y de los doce o catorce pollos vistos a primeros de julio, pasamos a unos cinco igualones a finales de setiembre, en los mejores casos. Este año en muchas comunidades nacieron correctamente, pero las polladas no han llegado a octubre con tres igualones.

En estas condiciones previas he contactado con algunas provincias españolas y he comprobado, a grandes rasgos, lo que ha ocurrido a las principales especies de caza menor: perdiz, conejo, liebre, torcaz y anátidas esta temporada. Los datos son en su mayoría provinciales y en algunas provincias por comarcas. Pero nos sirve de termómetro para conocer previamente cómo nos vamos a encontrar más o menos la temporada. Ha sido peor de lo previsto. Sois todos conocedores de que una buena temporada de perdiz se puede dar en una comarca provincial donde las labores de recogida han sido atenuadas y las tormentas fueron propicias y suaves, y que la temporada puede haber sido pésima en otra zona cercana donde los nublados cayeron sin piedad y los agricultores estuvieron más activos para eliminar los rastros del cereal cosechado.

Me gustaría poder decir algo menos pesimista, pues quienes me conocen saben que soy optimista, pero ahora informado. Pinta muy mal para la caza menor en España. Una agricultura tan agresiva como la actual va a acabar hasta con la poesía bucólica. Al tiempo.

José Luis Garrido

Resumen de lo publicado en FEDERCAZA – Octubre 2015

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