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Un año más cumpliendo como siempre.

El reloj marcaba algunos minutos después de las ocho de la mañana cuando comenzaba la llegada de los monteros al Cerro de las Pulmonías, muy cercano a la finca de Los Lapones, donde un año más Puebla & Estéllez iba a reunir a los monteros que se disponían a cazar las fincas de Chaves y Rodelas en una montería que a buen seguro no pasaría desapercibida para los allí presentes.

La mañana amaneció preciosa, con un sol racheado y sin apenas viento lo que propiciaba unas condiciones de temperatura perfectas para montear. Todo esto, sumado a las buenas condiciones del terreno por las abundantes lluvias caídas en las semanas anteriores predecían una jornada en la que los canes se podrían emplear a fondo.

Sin perder tiempo, Pedro Habela tomaba la palabra y comenzaba el sorteo de las posturas de esta finca perteneciente a la familia, no sin antes dar las últimas indicaciones sobre el estado de la misma y hacer hincapié en las medidas de seguridad tanto con los lances como con el virus de la Covid que tan presente tenemos en cada una de nuestras jornadas.

Hoy no había nervios en estos instantes, dado que no ocuparía postura. Hoy, sería partícipe de los lances de todos los que se encontraran cerca de mi mano, hoy volvía al monte con las rehalas. Poco a poco fui viendo como los amigos iban ocupando tras ser nombrados sus posiciones en la mancha e iban abandonando el cerro en busca de su destino, en busca de su posición a defender en la mancha.

Con disciplina militar se conformó el mapa de la montería y se daba las instrucciones a las rehalas que allí nos encontrábamos, rápido nos cambiamos y partimos hacia los distintos puntos de suelta.

La organización se mostraba preocupada, dado que no se habían escuchado demasiados disparos como en otras ocasiones antes de entrar los perros al cazadero, aun así y mientras desenganchábamos mosquetones se escuchaban disparos en las proximidades. Las reses andaban inquietas.

Ahora sí, el nerviosismo me corría por las venas igual que cuando era niño, el sonido de los perros deseosos por salir de los furgones y remolques hacían que se me pusiera la carne de gallina, los pelos de punta y una tremenda emoción corría por mis venas. El olor del vapor de los remolques, el tintineo de las campanillas al son de los ladridos inquietos causaban en mi una sensación de nostalgia devolviéndome a mis inicios y sin darme cuenta saltaba del primero de los furgones los podencos de Poblador, que ya se adentraba en la mancha, tras él, soltó la rehala de “los Quillos” y ahora era nuestro turno. Entraba a la mancha con la rehala de la JV, la rehala del amigo Pestorejo y sus “pirañas”. Tras conformar la mano junto con Pedro Maza que cogía la mano derecha comenzamos a barrer el monte y poco tardamos en dar con las primeras reses, irrumpíendo los estampidos de las escopetas en la traviesa próxima.

Así de buenas a primeras estábamos sin perros tras las primeras carreras y tuvimos que cazar muy despacio.

Mucho ha cambiado esto desde que mis pequeños zahones quedaron hechos jirones entre las jaras, ahora, nos faltaban ocho punteros tras volver algunos valientes de las primeras carreras, y con el gps comprobábamos que el más lejano se encontraba ya casi a tres kilómetros de donde habíamos soltado. Buen invento esto de los collares.

Tras pasar la traviesa fuimos andando muy poco a poco, recuperando perros para volver a sacar reses, buscando con ahínco los cochinos que con tanta carrera de ciervas y venados se quedaban azorados y había que tocarlos con la punta de la bota para que rompiesen.

Ladras, disparos se iban sucediendo a medida que íbamos barriendo cual escoba el manchón que se nos había encomendado resacar de ida y vuelta, así las ladras acababan con disparos de la siguiente traviesa ocupada los puestos a los que dimos cara por los amigos Emilio Ortiz que ya tenía el primer venado del cupo y Jose Antonio Romero, que también había disparado sobre un buen venado.

Al son de las emisoras fuimos avanzando, cuando un perrillo gipaba de parado a nuestras espaldas y espaldas de los amigos ya mencionados, levantando un gran venado que trasponía sin dar cara a las puertas. Era un baile de ladras y perros dando con animales, porque casi al unísono otro can levantaba cuatro cochinos que también rompían hacia detrás.

Al llegar al choque con las rehalas de la sierra rehicimos la mano y volvimos hacia los remolques siendo mas de lo mismo, ladras atropelladas, falta de perros, guarros azorados que ya de segundas rompían a las puertas y puestos con el cupo de venados hecho y satisfechos con una muy entretenida montería.

Llegábamos a los furgones con siete perros menos, pero gracias a la tecnología estaban localizados, así que tras recogerlos comimos a pie de hierba, con ese sabor auténtico a monte, disfrutando con los compañeros de lo acontecido, y todavía se escuchaba algún disparo, probablemente del pisteo de alguna res, era increíble el goteo incesante de disparos de principio a fin, perdiendo la cuenta tras pasar los quinientos disparos. Tras recoger los restos de comida, partimos hacia la junta de carnes a compartir los aciertos y fallos con los monteros.

Como siempre, el resultado fue sensacional, tanto en cantidad y como en la calidad de las reses, aunque con menos cochinos de lo que en un principio se había vaticinado, pero la caza en abierto es así y tal vez las lluvias y el viento habían hecho que cambiado los encames a la sierra.

La organización, a pesar de este gran número de reses recogió muy rápido y se presentó un plantel de 78 venados y 20 cochinos, destacando varios venados homologables, algunos más de preciosa cuerna y algunos bonitos navajeros.

Fte: Carlos Casilda Sánchez.

FICHA DE LA MONTERÍA

MONTERÍA: CHAVES y RODELAS

ORGANIZACIÓN: PUEBLA & ESTELLEZ

Localidad: Valencia de Alcántara-CC

Fecha: 28-11-2020

P: 70

RH: 19

Cupo: 2V+J

Tipo Finca: Abierta

Nº Has. Monteadas: 1.050

Resultado:  

V: 78 (6 destacados- 2 posibles medallas)

J: 20 (4 navajeros)

H: 30