TodoMonteria

Dedicado a P.J.T.G, arriero, cazador, taurino y jinete del Cristo de Mirabel. ¡Como mandan los cánones! Dios demanda en su paraíso primero a los hombres de bien.

Mi afición al caballo y mis conocimientos básicos, se lo debo a él. Gracias por tanto. 

PJTG

Quiero, con estas líneas en Todomontería, hacerte un pequeño homenaje por lo trabajador que has sido a lo largo de tu vida, por haberte dedicado a la montería, desde bien joven, comenzando como perrero de distintas rehalas, tener esa pasión que has tenido por la caza y cerrar este último capítulo del libro de tu vida como arriero. Antigua profesión que estaría a punto de perderse si no hubiese en el mundo personas como tú, que aman y valoran el sabor de lo añejo.

PJTG

¡Qué trajín de bestias! ¡Qué te gusta ese jaleo!

Lo has disfrutado como has querido, o podido, a tu manera siempre, con tu sonrisa de medio lado, tus ojos brillantes, feliz, rodeado de campo, de caza y de tus hermanos, que es lo que siempre te ha gustado. Arrieros

Tu afición desmesurada te llevó a reinventarte tras, por San Antonio, pasar aquel grave trance de salud. Pero tú, «duro como una piedra», no te valía darte por vencido, ni quedarte en casa cruzado de brazos… ¡Si lo sabrá mi padre, tu Vitorio!

En aquel entonces, por Semana Santa, nació Santos, tremendo mulo yeguato, y con él volvieron a tus días los enganches, los aparejos, la doma al paso y las cargas de entrenamiento.

¡Qué bien preparadas las mulas! Se nota la mano experta de quien echó los dientes entre bestias. De casta le venía al galgo… Pero es que, además, he de decir que de niño y durante muchos años tuvo la mejor maestra: «La Roja».

No he conocido, ni conoceré, una yegua igual.

Arrieros

Desde luego que lo tuyo no era afición.

Lo tuyo era entrega, pasión. Con lo que te gustaba, con la gente que apreciabas… con todo eras igual.

Bien sabía yo que, desde aquella publicación de los servicios de las mulas en la vieja revista de Caza y Safaris, te iba a ir bien. Lo hice de corazón, peroArrieros no te hacía falta mi ayuda, las puertas te las has abierto siempre, siempre, tú solo… Con tu carisma y siendo un currante nato. Han pasado 6 años y ahí estabas… Y creo que has tenido suerte, amigo mío, de cerrar el ciclo de la vida en la tierra como un buen mulero.

 

Nada más humilde, más autóctono, como tú, ni más tradicional, ni más montero, que ser un servicial arriero de la Virgen de la Cabeza, ¡y de tu Virgen de Guadalupe! ¡Que también protege a los monteros!

Y no sé quién tendría más coraje para arrastrar, si las mulas o tú. ¡Porque de arrojo ibas siempre servido, querido Pedro! Fijo que contigo ninguna bestia olió el miedo, ni se achicó, aún cargada hasta las trancas, antes de llegar a un cortadero.  

Has sido indispensable en muchas ocasiones para muchos de los que te rodeábamos, como indispensables son los arrieros al finalizar la montería. No los ves, no los oyes, pero siempre están ahí. Te lo hace sentir el canto de la mirla espantada, el rodar de los guijarros o el crujir de las jaras al arrollón del arrastre. Así eras tú, discreto e impetuoso, sigiloso y arrollador… Siempre dispuesto a cargar y a ayudar con las cosas de los demás ¡como un auténtico mulo! Como un apretón de Santos y de la mula torda sacando las reses de los más profundos barrancos. Puro coraje.

Siempre presente.

Juan Fran prepara la collera. Ve poniendo jaquimones.

Julián arrea a las mulas que anden ¡Arre! Que lo suban al cielo, con su Virgen de Guadalupe, con la de La Cabeza, como un valiente de sus caballeros.

Que suene la caracola. ¡Que suene mucho y suene fuerte!, que nos ha dejado un antiguo perrero, un aficionado cazador y el mejor de los arrieros.

 

Con todo el cariño,

Vanessa Barba.

PJTG