El agarre es un hecho intrínseco a la montería española en la que hay perros libres por la sierra acometiendo venados o jabalíes que por diversas causas se paran o son alcanzados, y en consecuencia apresados.
El objetivo fundamental de las rehalas es llevar la caza a las posturas, y con esa intención el rehalero selecciona y prepara a los perros. No conozco ningún perrero que busque el agarre a la hora de diseñar su rehala, adiestrarla y entrenarla.
Otra cosa es, que cuando se produce, al perrero le gusta porque potencia el instinto cazador de los perros y los ceba más en la caza. Los perros, sean de caza mayor o menor, se hacen buenos matándoles caza.
Algunos monteros opinan que hay dueños de rehala que van por el monte cazando para ellos mismos y que por eso buscan el agarre, y con ese fin estructuran la rehala. Ante esto, sólo podemos decir que nosotros conocemos a muchísimos dueños de rehala de España y ninguno de ellos obra así.
Como el agarre, aunque no buscado, es algo inevitable en la montería española, para su mejor conocimiento y comprensión, analizamos a continuación detalladamente y de una forma rigurosa, las principales causas por las que los perros pueden agarrar un cochino, pieza que más controversia genera, al tratarse en muchos casos de grandes navajeros por el que luego existen discusiones y conflicto de interesas:
En una finca abierta, el agarre se produce cuando:
- El guarro está herido y por ello se para, o su carrera se ralentiza, de manera que es fácilmente alcanzado por los perros.
- Las posturas airean y el cochino, apercibiéndose de la situación de los monteros, salvo excepciones, no querrá romper, prefiriendo huir hacia otros derroteros o enfrentarse con los perros. Esto es algo imposible de evitar, no habiendo manera de forzar a un jabalí a que rompa a un cortadero que está dando aire. Lo mismo ocurre cuando, aunque la armada no de aire, el guarro se ha orientado de donde están los puestos por los disparos, voces u otros ruidos.
- Cuando el cochino tiene mermadas sus facultades físicas por enfermedad o mutilación. Es el caso de los cochinos cojos o mancos.
- Cuando un jabalí, muy cansado después de una larga carrera intentando escapar de un grupo de perros perseguidorses, decide pararse y enfrentarse a ellos.
- Cuando un cochino huyendo del acoso de una rehala se da de cara con otros perros que salen a su encuentro.
- Cuando el monte no es muy cerrado. En monte cerrado el jabalí saca fácilmente distancia a los perros, pero en manchas con poco monte los perros corren más que los guarros, siendo más fácil su alcance y apresamiento. También es cierto que en estas manchas, en general, los cochinos salen muy por delante de los perros.
- Por la soberbia, la valentía y el orgullo de los viejos y grandes machos, que les hace plantar cara a los perros antes que pensar en huir.
En fincas cerradas para el jabalí:
- En los cercones, los cochinos soltados horas o pocos días antes no tienen querencias, no saben a dónde ir, a donde correr, por donde escapar, y por eso se quedan quietos y muchos son agarrados por los perros.
Otros guarros, los que si conocen el cercón, saben por dónde van las mallas y que de ahí no pueden pasar, y el día de la batida, además, se aperciben enseguida de donde están los puestos por los disparos y ruidos, costando trabajo que rompan a las escopetas. Estos cochinos, sabiendo que su única defensa es la quietud, prefieren quedarse inmóviles y hacer frente a los perros.
- Se aumentan las probabilidades de agarre cuando se trata de guarros cebados, con sobrepeso, y por ello con poca agilidad, siendo fácilmente alcanzados y apresados por los perros. Lo mismo ocurre en el caso de cochinos criados en cautividad o semidomésticos, y por ello, con menor instinto de supervivencia, aunque una vez agarrados suelen mostrar igual capacidad de herir y matar perros que los salvajes.
- La densidad de guarros por hectárea es muchísimo mayor de lo normal, lo que provoca que se agarre notablemente más que con una densidad normal en campo abierto.
El tipo de rehala también influye en el número de agarres. Así, una mala rehala en la que los perros van alrededor del perrero, además de no levantar caza, agarrará mucho más que la buena recova cuyos perros cazan lejos y abiertos, pues en la primera se echarán de golpe encima del guarro treinta perros sin darle oportunidad alguna de huida, mientras que en la segunda, con los perros esparcidos por la sierra, serán pocos los que acometan al cochino, forzando la huida del marrano y teniendo este todas las ventajas de escape a un posible agarre.
El número de rehalas también es determinante en este aspecto: un número excesivo de rehalas, pegadas unas a otras, además de cazar peor, pues los perros se estorban entre sí, se comportan como una apisonadora agarrando muchísimo más que si se caza con un número apropiado de buenas rehalas.
Otro factor que influye en el potencial número de agarres es la orografía del terreno y como esté cortada la mancha. Una mancha con pocas o ninguna traviesa dará lugar a largas carreras de persecución al jabalí provocando el cansancio de este y la posible parada y agarre del guarro. Por contra, la existencia de traviesas que acorten las carreras propiciarán que el guarro sea con prontitud disparado por algún montero.
Ante este lance propio e innato de la montería. como es el agarre, el montero o perrero debe siempre acudir con prontitud y rematar a cuchillo con certeza y veleridad para evitar el sufrimiento del animal y la muerte o herida de los perros de la recova.
¡Jamás se debe disparar en un agarre!.
Un agarre no es un lance deseado ni buscado, pero es inevitable. Actuemos con sentido común y profesionalidad.